Si te gusta escribir y quieres compartir tus textos .... ESTE ES TU BLOG. Manda tus relatos, cuentos, cartas o cualquier otro género narrativo a cuentocuentoscontigo@gmail.com y si son seleccionados, serán publicados en este blog. (Los textos no deberán exceder de dos o tres caras).

miércoles, 26 de julio de 2017

"EL ABUELAZGO" : -12 Historias, 12 Autores- . (Autores: Macamen de Vega, Marcelo Oscar Barrientos Tettamanti, Maria José Montero Nuñez, Emilio Ponce, Tomás Angel, Rosa Marina Gonzalez Quevedo, Cristina Flantains, Yolanda Nava, Yiyi Jimeno, Flor Méndez Villagrá, Mari Vi Rguez Gomez)


Doce historias diferentes sobre un tema común: " EL ABUELAZGO"




LABUI” 
(Autora: MACAMEN DE VEGA)

Era toda de melocotón. Su piel, suave y rosada, con aroma a frutas, a pastilla de jabón recién desenvuelta, a pan con chocolate. Sus abrazos, tibios y firmes, confortables como hundir el cuerpo en el colchón más cómodo del mundo. Sus besos, como el algodón, igual que cerrar los ojos un día de brisa suave de verano y dejar que te acaricie la cara. Sus pasos por el pasillo, al levantarse por las mañanas, sonaban como un paseo por un jardín en primavera; y al irse a la cama por las noches, sonaban como un paseo por un bosque en otoño. Y su voz sonaba a cuentos. Siempre. Cuando hablaba por teléfono, cuando pedía en la carnicería, cuando rezaba en voz alta…
Sus arrugas eran profundas y descaradas solo alrededor de la boca, dibujando siempre una sonrisa amiga. Las del ceño, inexistentes, las aprendió a borrar con el paso del tiempo, decía ella. Yo creo que nunca las tuvo. Y sus ojos azules, llenos del embrujo de la luna llena, tal que, al mirarlos, sabía yo que no había en el mundo cosa más hermosa que mirar que aquella luz encerrada en ellos.
Cogía mi cara entre sus manos temblorosas y me hacía cosquillas. Sonreía. Yo apoyaba mis manitas sobre las suyas y las apretaba contra mis mofletes. Toda mi cara temblaba entonces al ritmo de sus manos y nos reíamos a carcajadas. Su risa sonaba a cascabeles, campanas y platillos. Y la habitación se llenaba de colores y confeti.
Así era mi abuela. Toda de melocotón, de música, de cuento, de luz, de luna y de color.

 ----------------------------------------------------------------------

(Autor: MARCELO OSCAR BARRIENTOS TETTAMANTI)

Tuve cuatro abuelos como cuatro puntos cardinales. Mi abuela paterna era mi Norte, siempre llena de sabiduría, era como si leyese mi vida como un libro y fuese dos páginas por delante de mí. Mi abuelo paterno era el Este, un amanecer continuo, era un carpintero y construyó su propia casa y un gran salón donde trabajaba, aquella carpintería impregno de olores a madera mi infancia, las espadas que él me hacía me transportaban a mundos de fantasía de los que parte de mí no ha regresado. Mi abuela materna era el Sur, a su lado la vida tenía los sabores más increíbles, no importaba el plato, todo era sabroso y abundante, mi madre se enfadaba porque yo comía cosas que con ella no, mi abuela posaba su mano sobre la mía y me decía: -Ni caso.
Mi abuelo materno era el oeste, la más maravillosa puesta de sol, él me enseño a pescar, pero sobre todo a reír en cualquier situación, como cuando al subir al coche camino de un cumpleaños piso la tarta que estaba metida en una bolsa, vio mi cara de horror y sonriendo me dijo: -Lo pasado pisado.
Mis abuelos son mi historia, mi origen, mis puntos cardinales. Hoy estoy muy triste porque he perdido el Norte. 

-----------------------------------------------------------------------

(Autor: JUAN CARLOS GARCIA CRESPO)

En varias ocasiones el abuelo nos relataba historias que el mismo había oído en un filandón. Las noches que el abuelo se reunía con nosotros las mujeres olvidaban zurcir secretos, bordar rumores e hilvanar las intrigas del pueblo. Los niños tirábamos las bicis, dejábamos los juegos, las competiciones y las rivalidades. Los hombres apagaban sus cigarros y por unos instantes olvidaban arreglar el mundo. Todos pendientes del sabio anciano. Atónitos, seducidos por su monologo, maravillados del argumento, olvidábamos por un largo periodo nuestras propias vidas. Solo anhelábamos escuchar a Pedro, oír como su voz nos embaucaba, como nos seducía, como nos hechizaba mientras relataba la historia, queríamos sentir como nos transportaba a otro mundo, experimentar su relato, notar el miedo, el dolor, la felicidad y el amor de sus personajes de ficción. O quizás, ¿sus protagonistas eran reales? No era solo lo que nos contaba, no eran solo sus cuentos. Era como relataba, como utilizaba su voz, como modulaba sus cuerdas, sus palabras para llevarnos tan lejos de nuestras casas, a lugares tan lejanos donde nunca llegaríamos, con seres tan extraños, que el regreso a la realidad era tan doloroso como la máscara con la que tapábamos nuestras decepciones.

-----------------------------------------------------------------------

(Autora: MARIA JOSÉ MONTERO NUÑEZ)

Aquel hombre mayor que vivía en nuestra casa era el padre de mi padre. Siempre me sonaba como una caricia la voz de mi padre llamándole papá al abuelo.
Mi hermana y yo compartíamos con él la mayor parte del tiempo 
desde que madre se vio obligada a emigrar para mantener a flote la flaca economía de la familia. Él era quien se encargaba de cuidarnos mientras padre se ocupaba de las faenas del campo. Él era el cocinero de la casa, esa tarea la adquirió
por obligación, desde que madre no estaba. Sus platos eran sencillos, pero sabrosos. Recuerdo todavía el sabor de los " cachelos " con chorizo, el cocido : Con su repollo y sus patatas, su trozo de "cachucha", su pata, su costilla, su tocino ( todo de los cerdos que se criaban en casa ) y aquel pedacito de lacón , que era un manjar de dioses, compartido y repartido en cuatro partes iguales.
Algunas veces, nos tocaba acompañarlo a pastorear las vacas. Aquella tarde, que llevo grabada en la mente como un hierro candente, padre y el abuelo prepararon el carro para traer la hierba verde para las vacas. Cargaron un saco de maíz y salimos los cuatro. Mi hermana y yo íbamos felices subidas en el carro, padre guiaba las dos vacas que lo acarreaban y el abuelo arreaba a las otras. Llegamos al prado temprano porque era invierno y la luz diurna era necesaria para realizar los trabajos del campo. Padre cargó el saco al hombro y tomó la senda que llevaba al molino. El abuelo cuidaba de las vacas mientras nosotras jugábamos. Una de las vacas se metió en el prado de un vecino, oí que el abuelo la llamaba enfadado y miré. Corría, el abuelo corría y, de pronto se cayó. Permaneció inmóvil. Lo llamé una y otra vez y no obtuve respuesta. Entonces, grité y me oyeron dos hombres que estaban arando. Echaron a correr hacia nosotros, vi que padre regresaba del molino y que también corría. Corría y gritaba :¡ Papá, papá! ......
No sé cómo llegó aquella mujer que intentaba consolarme. Sólo veía al abuelo tirado en el suelo, boca abajo, con parte del cuerpo en la pequeña acequia, mojado. Entre sueños escuché a mi padre : ¡ Llévate a las niñas, llévate a las niñas! .
La parca llegó aquella tarde y le rompió el corazón al abuelo, esa misma tarde se llevó también el resto de mi infancia. Se acercaba la Navidad y aquella niña se hizo adulta con ocho años.

----------------------------------------------------------------------

(Autor: EMILIO PONCE)

Una vez más, sus mejillas se sonrojaron. Sus labios, tan carnosos como antes, dejaron entrever una sonrisa que limitaba con la carcajada. Podían apreciarse sus dientes blancos y brillantes aun con el paso de los años.
Sus expresivos ojos, marcados por los surcos de la sabiduría, mostraban un resplandor único que sólo él conocía.
De ellos, brotó una lágrima.
Esta vez no era amarga, sino dulce como la miel.
Con ella, agradecía a su compañero el pasar de los años."

--------------------------------------------------------------------

(Autor: TOMAS ANGEL)

Un día la echamos en falta. Como ese adorno invisible por la rutina del que te percatas precisamente cuando desaparece.

Todos en el barrio la llamábamos "La abuela". Como no tenía familia conocida, la habíamos adoptado. Ella ejercía de tal pero no del tipo que soborna a sus nietos con chucherías. La recuerdo como ese bálsamo para el llanto por la rodilla pelada. Y cuando se arremangaba las faldas para darle unas patadas al balón. (En aquella época no jugábamos en un sillón, sino en la calle)

El abuelo de Marcos afirmaba que la había conocido cuando era sólo un niño. Era evidente que chocheaba.

El día que desapareció, el barrio se sintió culpable por haber extraviado algo tan valioso. Ni en parques, ni en hospitales, ni ... Ni rastro.

Ahora el abuelo soy yo y el cariño de aquella mujer es mi referencia, lo más parecido a una abuela de verdad que he podido tener.

Esta mañana me crucé en la plaza con "La abuela'. Me saludó sonriente antes de entrar en el super. Con naturalidad, como si mis últimos cincuenta años hubieran sido un sueño. Le habría formulado un montón de preguntas, pero mi mandíbula estaba desencajada.

-------------------------------------------------------------------

"ABILLO CAN" 
(Autora: ROSA MARINA GONZALEZ-QUEVEDO)

Él era mi abuelo Carlos, pero para mí, a los cuatro años, sonaba mejor “abillo Can” y así le llamaba y basta. De baja estatura y mente elevada mi querido abuelo hizo todo lo posible por quedar en el estrato superior y más dulce de mi memoria. Lo recuerdo así, con aquellos pantalones demasiado anchos que volaban al viento. Jaranero, burlón. Fumador de puros, de aquellos llamados “cazadores”, a veces tan largos que le hacían parecer ridículo. Siempre envuelto en una nube de humo. Leía mucho y de todo. Me hablaba de Oscar Wilde, de Gertrudis Gómez de Avellaneda, del Decamerón, de la historia de Roma... Leía como sólo lo hace un poeta, viviendo el mundo ajeno desde su sillón... ¡Hasta llegó a escribir dos novelas y todo! Dos novelas que quedaron en algún cajón y que hoy, desde el tiempo y la distancia, son leyenda.
Cada tarde me llevaba a ver el mar a la puesta del sol. El acantilado estaba muy cerca de casa. Y desde la altura del arrecife, sentados en un muro de piedras, el crepúsculo parecía un caleidoscopio de colores y el rumor de las olas se tornaba mágico en el silencio. Y allí, cada tarde, buscábamos algún significado para el infinito; él envuelto en su pasado remoto, yo inconsciente de mi futuro imperfecto. Tal vez aquél era su momento de paz imprescindible. Y luego, de regreso a casa, sentándome en sus rodillas me contaba historias de miedo para niños. Cuentos que él mismo inventaba. Y mi imaginación hervía a borbotones. Él me enseñó a llenar de imágenes literarias mi primer libro de cuentos. Mi querido “abillo Can”. Ojalá supiera dónde fuiste aquella tarde fría de un mes de marzo. No sé, pero creo que apenas lloré tu ausencia. Era yo demasiado joven y creía, firmemente, que volveríamos a vernos a mi regreso del cole. Que volveríamos a soñar despiertos. En el acantilado. (Rosa Marina González-Quevedo)


---------------------------------------------------------------------

EL DESTINO DE KARIN
(Autora: CRIS FLANTAINS)

Se despertó sobresaltada. La noche estaba oscura como la boca del lobo. Del fuego que había encendido para mitigar la intemperie no quedaba ni las ascuas. Olfateó el aire mirando al cielo. Cada vez que cerraba los ojos veía la Sibila y repasaba cada una de las instrucciones que salieron de aquella boca desdentada. La última se la dio escrita en un pergamino bajo la promesa de que solo la leería cuando los primeros rayos de luz arañaran la Colina del Este dónde habría de cumplirse su destino. Reconoce que cuando el Oráculo le confesó que la Sibila era su abuela y la única que le podía ayudar en su misión, había tenido la tentación de pensar que ella, en virtud de aquel parentesco, asumiría la responsabilidad. Pero cada uno cumple su destino… Se tocó el vientre pensando que pronto necesitaría encontrar un lugar tranquilo donde dar a luz a su hija. Karin volvió la cara hacia el este en la esperanza de ver el lugar donde había de confirmarse su misión. Llevaba muchos días esperando encontrarse con esa imagen al amanecer ¡y al fin lo vio!: la Colina la señalaba con el dedo mientras los primeros rayos rasgaban el velo que la escondía. Se enrolló el cobertor alrededor de la cintura, dio una patada a las brasas apagadas. Colocó la catana a la espalda. Sacó de la bolsa el mensaje de la vieja y lo leyó: “cuando consigas amar a Bugul estarás preparada. Entonces volverás aquí y ocuparas mi puesto, que te corresponde por derecho natural, y esperaras a tu nieta como lo he hecho yo contigo y la darás las llaves de las siete puertas y la clave de su existencia. Mi corazón es tu refugio, no lo olvides, como el tuyo será el de ella”.
© Cris Flantains

--------------------------------------------------------------------

 CORAZONES 

( Autora: YOLANDA NAVA)

Se pasa el día emborronando folios. El abuelo dice que la dejemos, que es un comienzo. Mamá la mira de reojo mientras finge leer. Dice que parece feliz y es lo que cuenta. Papá ni la mira, como antes.
Hoy es su cumpleaños y vinieron mis tíos; le preguntaron si sabía que día era y dijo que jueves, y aunque le chivé que diez de febrero, ella dijo siete de noviembre; tampoco supo decir cuantos años cumplía pese a tener enfrente las sesenta velas.
Siguió a lo suyo, garabateando. Dibujó un corazón verde con el nombre del abuelo dentro y él lloró con muchas lágrimas, tontas, las llamó, aunque a mí me parecieron lágrimas normales; después cogió el dibujo, lo dobló con cuidado, y lo guardó en el bolsillo de la camisa, muy cerca del corazón.

----------------------------------------------------------------------


MI ABUELO PEDRO.
 ( Autor: YIYI JIMENO)

La diferencia de mi abuelo y yo es que nos llevábamos unos 75 años más o menos. Yo con 5 años no recuerdo nada en particular de él.
Abuelo antiguo vividor de guerra, primos, unos 15, yo el pequeño. Que se puede esperar de un hombre de 80 años postrado en una silla, en una cama, un hombre que hizo de abuelos para otros, un abuelo, para mi… algo fugaz.
Pero si podre decir que aunque tuviéramos poco en común, tuvimos nuestra conexión, y la conexión llego al final.
X hora de la mañana, con 5 años no era de mirar el reloj, entra mi madre a la habitación dando la luz y sin que ella dijera nada la dije ¨SE HA MUERTO EL ABUELO¨ y si, acerté, no se si me alegro de haber acertado, posiblemente para el era lo mejor, pero para mi…. No se que decir, tenia 5 años.


-------------------------------------------------------------------

(Autora: FLOR MÉNDEZ VILLAGRÁ)

Aquella mañana encontré al abuelo en el parque. Al abuelo nunca le gustaron las demostraciones de afecto, nunca dio a sus nietos un abrazo o un beso. Yo, al principio, le tenía miedo, hasta que un día descubrí que era él quien nos dejaba caramelos sobre la mesita de noche; al verse sorprendido solo guiñó un ojo, llevó sus dedos a los labios y se fue con una media sonrisa. A partir de aquel día cada vez que me veía, despeinaba levemente mi cabello en un gesto rápido que yo entendía como cómplice.
Aquella mañana, en el parque, se me acercó y no me atreví a mirarle; Se dirigió a mi madre, levantó su cara y contempló unas lágrimas y el moratón que cubría su parte derecha. Sin decir palabra, nos cogió del brazo y nos acompañó a casa.
Abrió la puerta, le miró con toda la fiereza que pudo cargar en sus ojos y agarrándole de la solapa, dijo:
- Si la vuelves a tocar, cabrón, te mato.
Y mi vida cambió y la suya y la de la abuela, a la que tampoco él volvió a levantar la mano. 

----------------------------------------------------------------------

(Autor: MARI VI RODRIGUEZ GOMEZ)

 Entré en el taller, todo estaba en su sitio. El abuelo Ezequiel, había dejado sobre el banco, su último trabajo, una figura de Anubis, talla premonitoria de su muerte. Faltaban los últimos retoques, alisado, repelado, pulido y barnizado Un impulso me atrajo hacia la pequeña figura, comencé a rematar el trabajo del abuelo. Seguí todos sus consejos, los que me había transmitido, durante las vaciones de verano, viendo como trabajaban sus manos huesudas, deformadas por los años, de entrega a su gran pasión. El recuerdo de sus ágiles movimientos me guiaron hasta finalizar su obra. La puerta se abrió. Era María, entró exclamando - ¡Mama! - Quiero hacer un barco de madera.,

No hay comentarios:

Publicar un comentario

cuentocuentoscontigo@gmail.com

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *